La capacidad de los gobiernos para brindar servicios públicos básicos y garantizar el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales se ha visto cada vez más obstaculizada por el endeudamiento; dejándolos virtualmente incapaces de responder a las grandes crisis. Los países poderosos, que controlan a las instituciones financieras internacionales como el FMI, pueden permitir que estas economías respondan de manera significativa; sólo necesitan la voluntad para dejarlas.
Durante siglos, y debido a legados coloniales de desigualdad, los gobiernos del Sur Global han estado en deuda con actores poderosos. En 1825, Francia obligó a la recién independizada Haití a pagar entre 20 y 30 mil millones de dólares estadounidenses actuales como compensación a los propietarios de esclavos franceses que habían sido derrocados menos de dos décadas antes. Le tomó al país 122 años en pagar esa deuda paralizante, dejando a lo que solía ser la colonia más lucrativa del mundo incapacitada de desarrollar una infraestructura básica en salud y educación. Haití nunca logró salir de esa espiral de endeudamiento: en el 2019 gastó más del triple en pagar sus deudas que en servicios sociales (disponible en inglés)