Opinión: La deuda insostenible siempre ha impedido el desarrollo; es hora de cancelarla

Fecha de Publicación: 
Sábado, 23 Abril 2022

Por: ESCR-Net members (Alternative ASEAN Network on BurmaGlobal Initiative for Economic, Social and Cultural Rights, Phenix Centre, Institute for Justice and Democracy in Haiti.)

La capacidad de los gobiernos para brindar servicios públicos básicos y garantizar el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales se ha visto cada vez más obstaculizada por el endeudamiento; dejándolos virtualmente incapaces de responder a las grandes crisis. Los países poderosos, que controlan a las instituciones financieras internacionales como el FMI, pueden permitir que estas economías respondan de manera significativa; sólo necesitan la voluntad para dejarlas.

Durante siglos, y debido a legados coloniales de desigualdad, los gobiernos del Sur Global han estado en deuda con actores poderosos. En 1825, Francia obligó a la recién independizada Haití a pagar entre 20 y 30 mil millones de dólares estadounidenses actuales como compensación a los propietarios de esclavos franceses que habían sido derrocados menos de dos décadas antes. Le tomó al país 122 años en pagar esa deuda paralizante, dejando a lo que solía ser la colonia más lucrativa del mundo incapacitada de desarrollar una infraestructura básica en salud y educación. Haití nunca logró salir de esa espiral de endeudamiento: en el 2019 gastó más del triple en pagar sus deudas que en servicios sociales (disponible en inglés)

Sin embargo, esto está lejos de ser un caso aislado. En el 2019, 64 países de ingresos bajos y medianos gastaron más en el pago de deudas que en atención médica (disponible en inglés); con 25 países (¡uno de cada ocho!) gastando más en pagar préstamos que en educación, salud y seguridad social juntas. Las condiciones de los préstamos establecidas por las instituciones financieras internacionales (IFIs), como el Fondo Monetario Internacional (FMI), también obligaron a los países en desarrollo a implementar medidas drásticas de austeridad y recortes en el gasto social. Esto desmanteló efectivamente su sector de salud pública y los dejó incapaces de hacer frente a grandes crisis y emergencias sanitarias, como la pandemia por la COVID-19. A principios del 2020, Sudán del Sur tenía sólo cuatro respiradores para sus 11 millones de habitantes. Y el año anterior habría gastado más de 11 veces al servicio de la deuda que lo que gastó en servicios sociales (artículos en inglés).

Los impactos de la deuda se han sentido de manera similar en el Sur Global. La recesión inducida por la COVID-19 obligó a muchos países en desarrollo a solicitar más préstamos, aumentando aún más sus deudas. Según el Banco Mundial, la carga de la deuda de más de 70 países de bajos ingresos aumentó la cifra récord del 12% a USD 860 mil millones en 2020. En el 2022, los países más pobres enfrentarán aún USD 35 mil millones en pagos por deuda bilateral y privada, un aumento del 45% desde el 2021 (disponible en inglés). Aunque la mayoría de los países respondieron a la COVID-19 endeudándose, el mundo en desarrollo sentirá más el efecto paralizante de esta estrategia de supervivencia. Muchos países africanos, latinoamericanos y algunos de Medio Oriente comúnmente pagan más del 10% de intereses en sus préstamos, mientras que las naciones más ricas pueden llegar a pagar 1% o menos  (disponible en inglés).

En septiembre del 2021, un estudio dirigido por Pathfinders for Peaceful, Just and Inclusive Societies encontró que más de 100 países corrían el riesgo de una fuerte consolidación fiscal a mediados de la década del 2020, lo que probablemente se traducirá en más recortes al gasto social. Atrapados en este ciclo de la deuda, los países en desarrollo seguirán priorizando el pago de la deuda sobre los servicios públicos; mientras las condiciones de los préstamos continuarán provocando un mayor declive económico y la pérdida de la autonomía nacional. En el contexto de crisis múltiples y entrecruzadas como la pandemia de la COVID-19, el desastre climático, las crisis de la democracia y los desastres naturales, la necesidad de cancelar la deuda es más urgente que nunca. Sin embargo, los esfuerzos en ese sentido se han estancado.

En noviembre del 2020, el G-20 lanzó el Marco Común, un programa de reducción de deuda para reorganizar la deuda de los países en peligro de incumplimiento. Sin embargo, la Red Europea para la Deuda y el Desarrollo advirtió que la iniciativa no logró cumplir con la cancelación de la deuda y, en última instancia, obligará a los países necesitados a implementar dolorosas medidas de austeridad para cumplir con los reclamos impagables de los acreedores (artículo disponible en inglés). Peor aún, el G-20 falló al no requerir la participación obligatoria del FMI, el Banco Mundial y otros bancos multilaterales de desarrollo, así como del sector privado; cuya participación en la deuda externa de los países de ingresos bajos y medio-bajos aumentó del 25% en 2010 al 47% en el 2018 (disponible en inglés), para realizar esfuerzos de alivio de la deuda. Más de un año después, no ha habido mayor progreso. Sólo tres de los 70 países elegibles presentaron solicitudes; Etiopía vio reducida su calificación crediticia solamente por hacerlo (disponible en inglés).

Por lo tanto, se necesita una acción más ambiciosa para romper este ciclo dañino de la deuda, incluso a través de amplias cancelaciones y reestructuraciones de la deuda en una manera que no obstaculice la capacidad de los beneficiarios para desarrollar servicios públicos robustos. Los países que tienen el mayor control sobre las IFIs deben aceptar esta realidad y empoderar a estas instituciones para que desempeñen un papel de liderazgo en ese proceso, incluso abandonando las condiciones de préstamo que promueven la austeridad. El sector privado ha dejado en claro que no participaría voluntariamente en los esfuerzos de alivio de la deuda: desde mayo del 2020 hasta diciembre del 2021, sólo un acreedor privado participó en una iniciativa del G-20 para suspender temporalmente el pago de la deuda durante la pandemia de la COVID-19. Por lo tanto, deben establecerse mecanismos internacionales vinculantes para garantizar su participación obligatoria. Por demasiado tiempo, la deuda insostenible ha estado frenando al Sur Global. Es hora de romper el ciclo.