Conclusiones: La Discusión de Agosto 2014

Fecha de Publicación: 
Miércoles, 27 Agosto 2014

Muchas gracias a todos aquellos que participaron en nuestro animado debate sobre los “pros y los contras” de los índices como una herramienta para el monitoreo. Los índices –puntajes compuestos que se calculan combinando múltiples indicadores— se están convirtiendo en una herramienta cada vez más popular en la incidencia por los derechos humanos, así que fue un tema muy actual.

Hubo un amplio consenso sobre la promesa que suponen los índices por su potencial para la simplificación, la agregación y la comparación. Sin embargo, varios comentarios también pusieron en evidencia la complejidad que queda oculta detrás del valor numérico.

Seleccionar los indicadores que conforman el índice es el resultado de una búsqueda de soluciones intermedias. No es posible ser 100% exhaustivos e incluirlo todo. Al mismo tiempo, dar prioridad a algunos indicadores y excluir a otros puede distorsionar el índice final. El riesgo es que a veces algunos indicadores son considerados prioritarios simplemente porque son más fáciles de medir y no porque realmente reflejen mejor el tema en cuestión. En concreto, la información cualitativa –que es importante para aportar contexto— muchas veces se ve excluida de los índices.

Un par de comentarios hicieron hincapié en la falta de uniformidad en las metodologías de índices y los actores que los crean. Por ejemplo, pese a su popularidad en el campo de la responsabilidad corporativa, hay pocas directrices sobre cómo calcular índices de empresas confiables y derechos humanos. Sin metodologías transparentes y sólidas, los índices corren el riesgo de desviar y contaminar las iniciativas de política.

Otros plantearon preguntas sobre las políticas para desarrollar y utilizar índices. Por ejemplo, ¿qué legitimidad tienen las grandes instituciones internacionales para calcular índices? ¿Qué impacto tiene eso en la manera en que los gobiernos responden a ellos? También se comentó que los índices se pueden utilizar tanto para alabar como criticar a los gobiernos. Por un lado, esto significa que pueden ser un método constructivo, no sólo antagónico, de relacionarse con los gobiernos. Por otro lado, los gobiernos podrían verse tentados a priorizar los cambios de política “rápidos” que mejorarían el puntaje del índice pero no mejorarían significativamente  las condiciones para las personas afectadas en el terreno. 

Surgieron varias sugerencias sobre cómo minimizar los contras y maximizar los pros de utilizar los índices:

Algunas estaban relacionadas con cómo se calculan los índices, como por ejemplo: reconocer la multidimensionalidad de los abusos de derechos humanos –severidad, frecuencia, alcance, el empleo de escalas más amplias (por ejemplo, 0-100 en lugar de 1-5) para captar los cambios en los puntajes; o reducir un índice para subrayar un aspecto particular de un derechos, en lugar de tratar de captarlo en su totalidad.

Otras estaban relacionadas con el proceso de desarrollo de índices, como garantizar que los debates sobre la selección de indicadores y el cálculo de índices son inclusivos. Sin la participación de varios implicados, incluyendo individuos afectados, la validez y el impacto de índice se vería comprometido. 

Por último, otras sugerencias estaban relacionadas con la presentación de los índices. Por ejemplo, su metodología debería ser descrita claramente a los lectores en una breve presentación en lenguaje sencillo. La capacidad de visualizar un índice en línea también fue otra posibilidad que se planteó para hacer que sean más accesibles para los lectores.

También se compartió una serie de ejemplos de índices, los cuales hemos incorporado a nuestra biblioteca de recursos.

Facilitador: 
Allison Corkery (CESR)
Grupo(s) de Trabajo: