El pueblo Saramaka, descendiente de esclavos africanos auto liberados, habita su territorio tradicional de Surinam desde principios del siglo XVIII. Esta comunidad no indígena vive tradicionalmente de la pesca, la caza y el trabajo con la madera, y su relación con la tierra no es solamente económica, sino también espiritual y cultural. En 1986, Surinam adoptó una nueva constitución en la que se especificó que todos los recursos naturales y las tierras sin título de propiedad pertenecían al Estado.