Nueva reforma pensional: por una vejez menos incierta
Contrario a lo que proponen algunos gremios, entre ellos Anif y Colfondos, y al escepticismo del vicepresidente Angelino Garzón, dicha reforma no ha contemplado la posibilidad de aumentar la edad ni las semanas de cotización para obtener una pensión, según lo aseguró el ministro de Trabajo, Rafael Pardo.
Esta aclaración del Ministro ha producido un inmenso alivio en la gran mayoría de colombianos que temen que no se van a jubilar nunca, pues cada vez se alargan las etapas productivas de los trabajadores y se acortan los años en que, lúcidos y sanos, pueden recoger los frutos de su largo esfuerzo laboral.
Hoy día existen 1'247.145 colombianos que gozan de una pensión por parte del ISS –los cuales están siendo trasladados a la nueva Colpensiones que nunca arranca– y 43.516 jubilados con el régimen administrado por fondos privados, que funcionan con el ahorro individual de cada colombiano y su pensión depende de su propio aporte.
Cada vez que se escucha que va a haber una reforma pensional en nuestro país se despierta en la población ese mismo temor de la ampliación de los años laborales, en donde se visualiza como muy seguro el que nuestros hijos y nietos no lleguen a recibir los beneficios del digno retiro de jubilación a una edad en que aún se puede disfrutar la vida.
Todavía hoy se observan personas de la tercera edad, con su pareja o solos, gozando con vitalidad y en pleno uso de sus facultades físicas y mentales de los beneficios obtenidos por haber alcanzado su jubilación a una adecuada edad.
Algunos de ellos se dedican a vivir de su pensión, a pasear, a disfrutar de sus nietos y hasta hay quienes emprenden en la madurez dorada de sus longevos años el negocio independiente que toda su vida soñaron crear. Se teme que esa imagen sea difícil de ver en los pensionados de futuras generaciones.
Haciendo un recuento histórico, recordemos que la seguridad social en Colombia tuvo sus inicios en 1946, cuando se introdujo el primer régimen pensional al crearse la Caja Nacional de Previsión Social (Cajanal) y otras cajas a nivel local.
Ellas cubrían únicamente a los empleados del sector público. Un documentado informe de Fedesarrollo confirma que en 1967 las pensiones de los trabajadores privados se reglamentaron y se tornaron obligatorias, siendo administradas por el Instituto Colombiano de los Seguros Sociales (ICSS) luego ISS.
El modelo de pensiones implantado fue de prima media, en el que los aportantes en edad laboral hacían sus contribuciones a un fondo común, del cual se pagaban las mesadas a los que se pensionaran.
En virtud de que el esquema comenzó a mostrar señales de insostenibilidad financiera, baja cobertura e inequidad, asociado a que existían un millar de cajas de previsión social y de que los regímenes especiales generaban una alta carga fiscal, surgió la Ley 100 de 1993.
Esta legislación creó el sistema general de pensiones compuesto por dos regímenes excluyentes: uno que agrupó las cajas existentes, el ISS y Cajanal y un régimen privado de ahorro individual con solidaridad, manejado por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFPs). Simultáneamente la Ley 100 y otras regulaciones anteriores incrementaron la edad de jubilación a 60 años para hombres y a 55 para mujeres, lo cual no se aplicaba a los regímenes especiales.
Después, en el 2003 y 2005, surgieron modificaciones a la Ley 100 al aumentar las contribuciones y el universo de personas obligadas a cotizar, se reglamentó el traslado entre sistemas y se clausuraron regímenes especiales de entidades estatales. A partir de 2014 las edades de jubilación son de 62 años en hombres y 57 en mujeres.
Consideramos que esta nueva reforma pensional que se avecina cumpla con el objetivo de que haya más colombianos con acceso a la pensión, inclusive los trabajadores independientes, así como facilitar que las personas que han estado cerca de los requisitos pensionales pero no lo han logrado puedan tener una opción para tenerla.
Defendamos los beneficios de la jubilación a una digna edad, que son cuestionados por aquellas mentalidades metalizadas y cortoplacistas que no piensan en lo que representa para el bienestar familiar y para la calidad de vida en la tercera edad el contar con un auxilio económico para la feliz subsistencia de quienes tanto le aportaron al país.