Durante demasiado tiempo, los grandes contaminadores han sido responsables de la destrucción de nuestro planeta mientras manipulan la respuesta global a la crisis climática. En lugar de detener los daños que han causado, han convertido el colapso climático en una oportunidad de lucro—imponiendo falsas soluciones que profundizan el colonialismo, el racismo y el patriarcado.
Más de 60 miembros de la Red-DESC de diferentes regiones del mundo se reunieron recientemente en un encuentro convocado por el Grupo de Trabajo sobre Medio Ambiente y DESC, en colaboración con el Grupo de Trabajo sobre Rendición de Cuentas Corporativa. Este encuentro fue no solo un espacio de análisis colectivo y resistencia, sino también un paso clave para avanzar nuestra agenda compartida hacia la COP30 en Belém, Brasil, donde las comunidades en la primera línea de la crisis climática llevarán sus demandas y sus soluciones desde las comunidades, enraizadas en la justicia y la autodeterminación.
Defensores y defensoras de derechos humanos, líderes indígenas, activistas feministas, comunidades campesinas, organizaciones de base de mujeres, movimientos juveniles y colectivos anti-extractivistas compartieron experiencias de resistencia frente a las llamadas “soluciones climáticas” impuestas por corporaciones y gobiernos. Desde diversas regiones, los miembros de la Red-DESC abordaron la conversación desde perspectivas feministas, decoloniales y de justicia climática.
Las falsas soluciones a las que nos oponemos
Los miembros subrayaron que las “soluciones” climáticas impulsadas por las corporaciones son, en realidad, estrategias de explotación que desplazan comunidades, criminalizan a quienes defienden la vida y desvían recursos de la justicia climática. Entre ellas:
- La “transición verde” como fachada de un nuevo extractivismo. La carrera por los llamados minerales críticos y otros recursos está devastando ecosistemas y comunidades en primera línea.
- Captura corporativa. Los contaminadores compran a quienes toman decisiones, manipulan a los medios y secuestran las negociaciones internacionales para asegurar sus ganancias.
- Militarismo. Una de las industrias más contaminantes del mundo, ausente de los compromisos climáticos, que desvía recursos de la salud, la educación y las verdaderas soluciones comunitarias.
- Mercados de carbono y promesas de “cero neto”. Mecanismos que permiten a los países ricos seguir contaminando mientras cargan el costo sobre las comunidades del Sur Global.
- Geoingeniería y captura de carbono. Tecnofijaciones peligrosas y no probadas que profundizan la violencia colonial y retrasan la acción real.
- Conservación como despojo. “Soluciones basadas en la naturaleza” que se traducen en acaparamientos de tierras y mares, desplazando a Pueblos Indígenas y comunidades costeras.
Estas falsas soluciones buscan silenciar la resistencia, borrar las alternativas comunitarias y preservar los sistemas de explotación que alimentan la crisis climática.
Soluciones reales, basadas en justicia y derechos
Frente a las falsas soluciones, las comunidades en primera línea nos recuerdan que las verdaderas soluciones siempre han estado con nosotras: en las prácticas ancestrales, en la defensa de la tierra y el agua, en la organización colectiva.
Las soluciones desde las comunidades y basadas en derechos se sostienen en principios clave:
- Resistencia y solidaridad. Movimientos que se conectan a través de fronteras y luchas.
- Reparación y restauración. Sistemas comunitarios que restauran la biodiversidad, garantizan la soberanía alimentaria y energética, y protegen las semillas indígenas.
- Justicia intergeneracional. Exigir recortes drásticos de emisiones reales—no distracciones de “cero neto”—para proteger a las generaciones presentes y futuras.
- Defender a quienes defienden. Proteger a las y los defensores ambientales y a las comunidades criminalizadas por resistir la explotación.
- Justicia feminista y decolonial. Desmantelar el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado, poniendo en el centro a mujeres y diversidades de género como lideresas de la resistencia y el cuidado.
- Los derechos sobre el lucro. La tierra, el agua, la alimentación y un ambiente sano son derechos no negociables.
- Reparaciones y cambio de sistema. Cancelación de deudas, financiamiento climático justo y redistribución del poder y la riqueza.
Recuperar el “sí”
La resistencia no es solo decir NO a la explotación: es recuperar el SÍ a la justicia, la dignidad y las soluciones centradas en la vida. Es afirmar la soberanía, el cuidado colectivo y la autodeterminación.
Las comunidades en primera línea no solo confrontan a los contaminadores, sino que construyen cada día verdaderas alternativas que sostienen y protegen la vida en toda su diversidad.
La lucha por la justicia climática es, y siempre será, una lucha por los derechos humanos.
Nuestra agenda para la COP amazónica
Llamamos a los Estados, instituciones multilaterales y tomadores de decisiones a dejar de proteger los intereses corporativos y escuchar a quienes defienden la vida en primera línea de la crisis climática.
Es hora de:
- Poner fin a la captura corporativa de la política climática y garantizar la transparencia en la toma de decisiones.
- Reconocer y proteger a las y los defensores ambientales, que enfrentan criminalización y violencia por resistir el extractivismo y la destrucción.
- Canalizar el financiamiento climático y los recursos directamente a las comunidades que implementan soluciones reales.
- Exigir recortes drásticos de emisiones, no esquemas de “cero neto” ni falsas soluciones que prolongan la crisis.
- Garantizar justicia y reparaciones para las comunidades históricamente afectadas por el colonialismo, el racismo ambiental y el despojo.
Estas demandas no quedarán en el papel. Forman parte de la agenda colectiva de la Red-DESC para la COP30 en Belém, en el corazón de la Amazonía, donde llevaremos las voces de las comunidades en primera línea de la crisis climática y pondremos en el centro propuestas de justicia, reparación y soberanía de los pueblos.
Las verdaderas soluciones ya existen: están enraizadas en la solidaridad, la autodeterminación y el cuidado colectivo. Lo que falta es la voluntad política para reconocerlas, protegerlas y apoyarlas.