Mientras el mundo se reúne en Belém para la COP30, comunidades y movimientos de todo el planeta lanzan un llamado unificado: poner a los pueblos por encima de los contaminadores y adoptar reglas vinculantes que obliguen a las corporaciones —en especial a las grandes contaminadoras— a rendir cuentas por la crisis climática.
Las y los integrantes de la Red Internacional para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Red-DESC / ESCR-Net) instan a los gobiernos a descolonizar la acción climática y a centrar las soluciones lideradas por los pueblos indígenas, las mujeres, las personas trabajadoras y otras comunidades en la primera línea. Estas alternativas impulsadas por los pueblos ya existen, pero siguen siendo marginadas por la captura corporativa, el greenwashing y los mismos sistemas coloniales que alimentan la crisis.
Hay un elefante en la habitación
En la COP29, celebrada en Bakú, 1.773 lobistas de combustibles fósiles tuvieron acceso al espacio de negociación —más que casi cualquier delegación nacional—. Las emisiones siguieron aumentando, mientras las comunidades en primera línea, especialmente en el Sur Global, fueron desplazadas por proyectos “verdes” extractivos que priorizan las ganancias sobre las personas.
La captura corporativa ha convertido las negociaciones climáticas de la ONU en un mercado de bonos de carbono, canjes de deuda y esquemas de geoingeniería. Mientras tanto, los mismos sistemas globales de extracción y trabajo de cuidados no remunerado que enriquecieron al Norte siguen definiendo las políticas y finanzas climáticas.
La COP30 es una prueba: ¿los gobiernos se pondrán del lado de las soluciones de los pueblos o del lado de los contaminadores?


