Aquí está Túnez
Aquí están las mujeres democráticas
El 24 de octubre de 2025, las autoridades tunecinas suspendieron por un mes las actividades de la Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas (ATFD), con el pretexto de supuestas irregularidades administrativas bajo el Decreto n.º 88. Detrás de esta decisión se esconde un intento de silenciar una voz que, durante décadas, ha encarnado la libertad, la igualdad y la justicia — la voz de generaciones de mujeres que se han negado a la sumisión, al silenciamiento y a la marginación.
Desde 1982, incluso antes de su creación oficial, la ATFD ha ocupado el espacio público: sus activistas se alzaron contra la masacre de Sabra y Chatila; sus voces resonaron en los tribunales para oponerse a las penas de muerte impuestas a jóvenes de barrios obreros. Sus luchas se entrelazaron con los movimientos laborales: sus pioneras fundaron el Comité de Mujeres Trabajadoras dentro de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), y luego el Comité de Mujeres dentro de la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH). Desde entonces, la expansión del pensamiento feminista y la defensa de los derechos y libertades de las mujeres no han cesado — en las comisarías, en las camas de los hospitales, en los talleres de pensamiento libre y debate franco, en las escuelas y universidades, en los campos y granjas, en las páginas de los periódicos, en los libros, estudios y medios de comunicación, en las manifestaciones y en las calles, en el corazón de la revuelta del cinturón minero de Gafsa y de una revolución que ninguna injusticia borrará.
La ATFD ha estado — y sigue estando — en el centro de todas las luchas feministas y de derechos en Túnez. Ha hecho campaña para avanzar en el Código del Estatuto Personal; ha denunciado la violencia y la discriminación que sufren las trabajadoras agrícolas; ha trabajado para levantar las reservas de Túnez a la CEDAW; ha defendido el principio de la paridad electoral; ha contribuido a redactar la Ley n.º 58 de 2017 sobre la lucha contra la violencia hacia las mujeres; ha abierto con valentía el debate sobre la igualdad en la herencia; ha ayudado a liberar la palabra de las mujeres frente a la violencia, el acoso y la discriminación; ha defendido los derechos sexuales y reproductivos; ha luchado por la adopción en 2021 de la ley de protección de las trabajadoras domésticas; y ha vinculado de manera constante la causa feminista con las luchas sociales y democráticas — desde la convicción de que no hay igualdad sin libertad, ni libertad sin democracia.
Sin embargo, el poder del presidente Kaïs Saïed continúa atacando a las mujeres democráticas. No bastó con que su expresidenta, Bochra Belhaj Hmida, fuera forzada al exilio y procesada con cargos falsos, enfrentando una condena de más de treinta años de prisión; ni que las activistas fueran aterrorizadas y muchas obligadas a exiliarse; ni que páginas en línea rabiosas demonizaran a la ATFD y lanzaran las peores acusaciones; ni que en la oficina del Primer Ministro —dirigida por una mujer— se mantenga abierto un expediente administrativo sin mostrar el menor esfuerzo por apoyar los derechos de las mujeres o protegerlas del asesinato, la violencia y la pobreza, dedicándose en cambio a restringir uno de los pocos espacios seguros donde las mujeres encuentran refugio. Nada de esto sorprende viniendo de un poder que ha encarcelado a mujeres —políticas, periodistas, sindicalistas, funcionarias municipales, activistas antirracistas y defensoras de derechos humanos—.
Pero ¿significa esto que la lucha debe suspenderse o que la resiliencia debe congelarse? ¿Puede apagarse la llama de la libertad, la igualdad y la dignidad?
La Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas no son unas paredes que puedan cerrarse ni un expediente que pueda archivarse. Es el espíritu de voluntariado y de lucha contra todas las formas de dominación e injusticia —patriarcal, capitalista, colonial o autoritaria—. Es una escuela de activismo feminista que ha formado generaciones de militantes; un puente de solidaridad árabe y global que ha hecho de Túnez un faro del movimiento feminista independiente. Cerrar sus puertas no logrará los objetivos de las autoridades ni silenciará su voz, porque la asociación vive en cada mujer que dijo “no”, en cada sobreviviente que encontró seguridad y apoyo en su seno, y en cada joven que sigue transitando el camino de la libertad pese a la represión y el miedo.
No nos equivoquemos: suspender a la ATFD es una decisión profundamente política que afecta directamente la vida de las mujeres y priva a cientos de ellas del apoyo legal, psicológico y social que la asociación brindaba. Es un ataque a todos nuestros derechos a organizarnos, a expresarnos y a la dignidad humana. Pero las ideas no pueden ser suspendidas; la memoria no se congela; y la voz libre no será silenciada. Podrán suspender actividades, pero no suspenderán nuestra pertenencia a este edificio ni nuestra fe en este sueño que nos sostiene tanto como nosotras lo sostenemos. Nosotras, feministas democráticas, unidas y firmes, continuaremos nuestra lucha y no suspenderemos nuestras esperanzas por un Túnez de libertad, democracia, justicia e igualdad.
Aquí está Túnez, aquí está su pulso vivo y su lucha incansable: aquí están las mujeres democráticas.


